Un Recorrido por el dial...


Un recorrido por el dial es como elegir la mesa del bar.
Equis Gómez entra y de una mueca saluda al mozo. No es cortesía, quiere hacerse notar y ser atendido rápidamente, no dispone de demasiado tiempo, es un sujeto corriente y como todos, tiene otras obligaciones. El bar no es su objetivo, es prescindible pero a la vez es más importante de lo que Equis piensa.
Hay varias mesas libres, Gómez elige:

En la mesa 810 está el diario y la ventana está cerca. La información fresca y la posibilidad de comprobar la actualidad de un solo un vistazo. El problema es que el ventilador da justo sobre ella y las masas se enfrían.
La mesa 96.1 esta ahí desde que Equis era niño. Cuando la gente y el paso del tiempo sugieren quitarla, el dueño responde diciendo que es un clásico.
Sobre la mesa 700 un médico olvidó la última publicación de La Luciérnaga. La revista está marcada con un señalador cuyo motivo es una foto de la cañada. Esa mesa conserva la marca del vaso de ferné de la noche anterior.
En la mesa 100.5 dos rubias platino discuten sobre los exámenes de derecho. Una se peina frente a un espejito mientras silba una melodía de Madonna.
En el medio del bar, justo debajo de la lámpara, está la mesa 90.3. Allí se sienta un joven de negocios. Viste de traje, corbata y perfume importado pero no es casual su barba apenas crecida y su pelo despeinado. Si bien posee una gran empresa, quiere parecer rebelde y alternativo. La dama de la mesa 88.9 lo mira deseosa y evidente.
En la mesa 94.3 un grupo de universitarios debaten sobre los problemas nacionales. Hay palabras de humor, comentarios serios y opiniones que trascienden lo convencional.

Hacia fondo del local, en un rincón poco vistoso, está la mesa 92.3. Los elegantes adinerados siempre la evitan, dicen que está sucia y que sus sillas no son seguras.

La mesa 95.5 es vieja, y aunque las modas hayan cambiado, mantiene el diseño noventoso originario del bar. Por las mañanas y tardes hábiles se sienta una mujer arrogante, osada y divertida. Al entrar se lleva por delante al mozo y no pide disculpas ni azúcar. Sin embargo, son evidentes las carcajadas de quién después, comparte la mesa con La negra Vernaci.

En la pared contigua a la mesa 580 hay una foto autografiada por Alejandro Dolina. Es una mesa convencional pero durante muchos años el escritor se sentó en ella. Cuentan que echaba dos cucharadas y media de surrealismo a su cortado.
Hoy en día sus sillas son frecuentadas por un docente que desarrolla su horario de consulta.

La última mesa es la 750. Si bien es la de mejor ubicación, está muy cerca del TV. El ruido y las imágenes distraen a quién se sienta allí. Es de esas mesas que, debajo del vidrio, tiene diferentes granos y semillas. Hace tiempo el guardia de seguridad la rompió y el mozo tuvo que rellenarla con soja.

A.D.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Gordito Agustín...me molesto ver el 0 a la izquierda de "comentarios" porq este recorrido por el dial da para uno... por lo menos chiquitito...me gusto vieja! ...es sencillo...es sutil...entretenido y logro sacarme eso de "...subversivo que vive en una sonrisa que no quiere comprar", diria el tío Silvio, para ponerme a escribirte...beso en el culo!

LA GORDA FACU

Anónimo dijo...

ningun anónimo culia!! ahi abajo dice quien e!! mierda!!

EL MESMO

juanjo! dijo...

Gordo, repito parte de algún comentario anterior. Tus escritos son una grata sorpresa. Crítica solitaria nomás; no me trate a radio nacional de sojera! Un abrazo grande